El Erial
Transfiguración de lo inicial
en el antiguo presente.
Transfiguración de lo inicial
en el antiguo presente.
Heidegger caminó hacia el inicio de la filosofía para lograr un segundo inicio y así dar un salto a un nuevo pensar. Retomando este caminar la obra sugiere volver al inicio pero en este caso hacia aquello desde donde nace lo que permanece siendo por sí mismo: el erial, la tierra sin la intervención humana, para transfigurar el presente en un segundo inicio, asumiendo la facticidad de lo otro, lo que es por sí mismo, en nosotros.
Desde el descampado se aprecia,
en estima memorable,
el acontecimiento de la era del Ser.
Era como tiempo y era como espacio
se acuñan en la permanencia de sí mismos como uno,
fundando el Erial donde todo es desde sí.
En este hondo mundo de tierra se asentó el Ser
y de esta tierra nació todo mundo.
Era tras era en inmensas eras de Erial
se alzaron desde lo profundo,
y en infinidad de limpios verdes,
los hijos de los hijos del fondo de lo que es.
En el erial florece lo que florece, crece lo que crece.
En el erial todo es como es, lo que tiene que ser según lo dado.En el erial no hay artificios, no hay lo que no tiene que haber.El erial deja ser, no impone conveniencias.
Todo suceso en el erial es sin responder a cálculos ni planes.
Al erial se lo puede observar, se lo puede caminar,
pero no se lo puede intervenir ni apropiar.
Al erial no se lo puede cultivar ni labrar.
Para que el erial sea, hay que dejarlo ser.
El erial es cuando simplemente es.
Deja de ser cuando pierde su facticidad.
Desde el erial aflora todo lo que es por sí mismo.
Acaece.
Es necesario volver a la tierra, al erial. La tierra no-erial no nos permite un verdadero reconectar.
Para una correcta simpatía es necesario el erial.
La tierra erial es el ser sin más, la esencia de la tierra.
Y la esencia de la tierra es esencia de todo lo que la habita.
Habitarla según su esencia.
Habitarla habitando en el ser.
Pero necesitamos cultivar, labrar, trabajar la tierra.
Esta necesidad es la que nos hace humanos.
La tierra está dada como erial,
pero para que el hombre sea hombre necesita cultivarla.
Dejar de habitar el erial es el primer paso para estar en la tierra como humanos.
Pero a la vez sin el erial nos alejamos del ser.
Primero dejamos el erial, luego nos alejamos de la tierra.
Ésta es la época del comienzo del gran desprendimiento: la emancipación de la humanidad de la tierra.
La palabra emancipación tiene doble connotación: libertad – pérdida de la esencia.
¿Pero es realmente una emancipación lo que está sucediendo?
Está faltando verdadera libertad, y es por esto que no podemos llamar emancipación a lo que está sucediendo.
Verdaderamente es un alejamiento.
¿Pero si el hombre para ser hombre no puede vivir en el erial, cómo es que puede ser tierra?
Así como el ser se muestra y se oculta a la vez, deben convivir el erial y el no-erial.
La libertad se experimenta en el erial, donde no hay estructuras, ni reglas ni condiciones.
La libertad está en el centro del erial, donde el silencio interior se cruza con el silencio de la tierra.
El silencio no es ausencia de sonidos, sino un equilibrio, una ausencia de fuerzas.
En el erial al hombre lo arrastran dos fuerzas.
Una arrastra a la supervivencia y a la necesidad de que el erial deje de ser erial.
Desde este impulso es que activamos la técnica.
Ésta es una fuerza hacia afuera, hacia el exterior.
Nos lleva a la alteración del entorno.
La otra fuerza nos lleva hacia adentro.
Nos hace inmóviles, nos aleja de la tierra llevándonos a planos de la mente imaginarios. En ésta se desarrollan “tecnologías” internas.
En ambos casos el erial se extingue.
Ya sea por alterarlo como por abandonarlo.
El erial permanece como claro, como espacio libre, si es que se está libre de estas fuerzas.
¿Pero cómo es posible vivir libres de estas fuerzas?
Este combate parece ser la esencia de la vida humana.
La vida es movimiento, oscilación, vibración, alteración de las fuerzas.
La vida está dada para combatir, es decir, ser partícipe de la lucha de estas dos fuerzas.
El erial es el justo medio donde se recibe la fresca brisa de los dioses del ahora y la dicha que ello implica.
Cuando el hombre deja ser al erial, deja ser la esencia misma del hombre y a la vez salva a la tierra y a su propia esencia.
Apremia dejar ser al erial y dejar que sus impresiones nos lleguen hasta que se hagan carne.
Para esto es necesario contemplar la vida.
Para contemplar la vida del erial es necesario la inocencia del niño, dejarse sorprender.
Cuando nos habituamos a llevar nuestra atención a los entes que ocupan y deshacen el erial, nos abstraemos, nos alejamos del misterio que reina en el erial.
Que el erial sea simplemente siendo es un misterio para el hombre, que sólo conoce lo factible, lo que su lógica y técnica crea.
Lo no creado por el hombre resulta un verdadero misterio.
Pero al estar encantados por el crear mecánico, la obviedad de ésta permea todo, ocultando el misterio, o peor, encubriéndolo en el hechizo del “entendimiento”.
El misterio del erial es el ser mismo que el hombre podría atisbar sin proyectar, ni calcular, ni analizar.
El misterio se revela cuando se es en el ser. Cuando erial y hombre son en simpatía.
FIN